El temor...

El mayor temor que se puede tener es precisamente dejar de sentir, poner bajo llave la caja de recuerdos que acelera tu corazón y lo mantiene cantando.

Aveces tenemos la errónea idea de que alejándonos de todo sentimiento, vamos a estar a salvo...y no podría volver sucedernos nada que nos lastime.

Esto en una falacia, puesto que el meter bajo nitrógeno líquido nuestros sentimientos lo que hace es que se vuelva tan vulnerable que con sólo caer al piso podría romperse. Muy por el contrario si mantenemos nuestro corazón en constante movimiento, reconociendo aquello que nos mueve e incluso diciéndolo en voz alta o a quien corresponda...vamos a mantener lubricado a nuestro motor y un esfuerzo para acelerar o bien el tenerlo en reposo, no lo va a dañar.

El temor a ser herido, es una excusa simple y muy antigua, que no podemos usar para engañar nuestros sentimientos, mucho menos a Dios...

El temor a perder, tampoco es algo que deba detenernos...se aprende de las batallas que se pierden, más de las que resultas vencedor.

Qué pasaría si nos creemos ganadores cuando en realidad estamos perdiendo...o bien lo contrario, qué pasa cuando creemos perder aún teniendo mucho más que tantas personas.

El temor a Dios, a los retos a nuestros sentimientos es algo importante, pues nos recuerda lo humanos que somos, lo vulnerables que podemos ser, pero ese temor debemos canalizarlo en poner toda la pasión en cada detalle que hacemos, en cada abrazo que damos, en cada palabra que escribimos, el cada gesto que se da y se recibe, pues no podemos dejar de sentir, pues seremos menos humanos...y eso no lo quiere ni Aquel que hizo toda esta belleza para aprovecharla el tiempo que nos toque vivir.

Temor, ven y ayúdame a ser mejor, a dar el doble de lo que creo poder hacer...porque así sabré que voy por buen camino y no estoy sentado esperando que se me pase la vida...