Resucitaste...

Entras y sales de mi vida como ese pequeño rayo de luz que ingresa de manera tibia, tranquila y sin pedir permiso, por una ventana del alma...luego unos cientos de kilómetros y el destino, nos alejan un poco más...
Tu órbita sigue alrededor del Sol y como astros en fuga nos acercamos un poco en distancia, pero aún menos en sentimiento y amistad...tu planeta gira cada vez más lejos del Sol y alguien parece enfriar tu superficie, te roba un poco de ilusión, te trata de robar ese carisma que Dios puso para ti, pues tu corazón y mente, han decidido arreglar su mundo. Te conviertes a poco en su amiga, su compañera, en su madre y entras en su vida y vives para él, para ese que algunas veces desconfía de tus pasos, de tu sonrisa, incluso de tu sombra...
Un día te das cuenta princesa, que te han robado la luz de tus ojos, que el agua que corría por la superficie de tu planeta se está secando, que los cristales que alumbraban tu vida, ya no te deslumbran...un día despiertas y ves que no sonríes más, un día despiertas de ese encanto que alguna vez hallaste fascinante y por el cual dejaste de ver el canto de esa ave que llegaba a tu ventana, esa alegría que se opacaba dentro de ti. De pronto, por obra de Dios, resucitaste con la pureza del olor a tierra mojada debajo de ese árbol de Guanacaste, tan natural como ese grano de café que empacaste apenas ayer, tan libre y suave como tu piel, tan lindo como despertar y encontrarse en Hojancha...así respiras, ríes y gritas hoy, dejando de privar al mundo de tu energía, dejando de privar a tu familia de tu belleza y alegría, dejando de privar a este que hoy escribe, de escuchar tu voz y de verte algún día...
Y es que no habías partido, simplemente no te habían dicho que habías vuelto, es que no te habían robado el corazón o tu sonrisa, sólo algunos sueños que día a día vas recuperando...